Da comienzo el otoño dando un respiro a esta tierra castigada por el sol del verano. Parece que la tierra agradeciera esta tregua y comenzara a despertar ofreciendo su mayor tesoro: la vida. Las plantas vuelven a brotar en cada trocito de tierra seca. Siempre he pensado que esta tierra es muy agradecida porque con la más mínima humedad las semillas que están ocultas explosionan dando lugar a pequeñas plantas que con su verdor agradecen la vida.
La vida no se había perdido. Se tomó una pausa para poder sobrellevar el castigo del verano. Ahora todo le es propicio. Vuelve a surgir con fuerza y determinación. Con la confianza de que tiene unas estaciones por delante para seguir su curso. Hasta que de nuevo llegue el verano y tenga que dormitar.
La gente vuelve a sus quehaceres habituales. Los jóvenes a sus estudios, los adultos a sus trabajos.
El pueblo está sereno. Sus calles antes de la puesta de sol ya están vacías, pero aún no hace frio. Los vecinos cuando se ven se paran para comentar cosas cotidianas del día. No tienen prisa. A mí me miran de forma curiosa. No están acostumbrados a verme. Llevo mi cámara y voy haciendo fotos. A ellos les parece algo raro. Escucho sus comentarios y me sonrío. Yo si los conozco a ellos aunque no sepa sus nombres. Llevo muchos años en este pueblo.
El otoño es la temporada más interesante y gratificante que existe.
Me gusta este aire fresco. Yo también soy como esta tierra. Soy hija del otoño, época de rápidos cambios y de preparación para la llegada del invierno. Hay una frase importante para mí y que define el ahora de mi vida:
“Acepto mis miedos, mis altibajos emocionales y la incertidumbre. Porque estoy dispuesto a aceptar una vida fluida, perpleja y excitante”. -Carl Rogers-
Espero que os guste el recorrido que hice por el pueblo y os animéis a visitarlo después de ver este video.